En esta serie, más allá de todas las pruebas contundentes en contra del ex jefe de la guardia personal de Luis Lacalle y familia, Alejandro Astesianos, y la red que encabezaba facilitando pasaportes falsos a ciudadanos rusos, además de otras cuestiones delictivas, hay otro “gran” capítulo que tiene que ver con los chats grabados en el celular del ahora
preso ex funcionario de confianza del presidente Lacalle y de su familia.
LE AVISARON
El primer capítulo tiene que ver con la filtración de su detención que supuestamente le llegó a Astesianos, poco antes de llegar a Suárez y Reyes con Lacalle a la vuelta de un viaje familiar.
Este dato de la filtración, surge claramente al constatarse que, del celular del imputado, se habían borrado todos los mensajes de WhatsAapp incriminatorios, antes de ser entregado a fiscalía.
Se borraban las huellas del aparato.
Posteriormente y echando por tierra todas las garantías de seguridad e inviolabilidad de Whats App, se recuperaron los mensajes borrados, información que arrojó una serie de pruebas contundentes, en cuanto a diálogos al menos “sospechosos” entre Astesianos y varios de sus socios.
En este “paquete” de mensajes, a través de los que preparaba y confirmaba sus acciones ilícitas, naturalmente hay otro tipo de mensajes personales vinculados a situaciones familiares, del cotidiano de cualquier persona o eventualmente de otras índoles personales, de las que ninguna persona que use el Whats, está exento y todos tenemos derecho.
“MUCHES”
Si mañana un fiscal lee mis mensajes, seguro me manda preso, pero por viejo choto, boludo, estúpido y a veces por hacerme el chistoso barato, eso sin contar de “muches” que confiados en la invulnerabilidad de Whats App, escriben las maravillas sexuales más increíbles del mundo a sus “amantes” a escondidas obvio…
¿Y si mañana leen sus mensajes, los de su vecino o los de sus amigos que pasaría?
Es un tema que nos involucra a todos, nadie escapa y quien niegue no tener “un muerto debajo de la cama”, o al menos un mal herido, miente.
Naturalmente que nada de lo que escribo llega a una milésima parte de la desfachatez, engreimiento y soberbia de este señor que operaba una red de delincuentes de “cuello blanco” desde Torre Ejecutiva, valiéndose de todos los recursos de presidencia, teléfonos, computadoras, locomoción, influencias, etc.
HOMBRE LOBO
En esta serie “La abuelita que se convirtió en lobo”, se abre por estos días otro capítulo, que tiene que ver con las conversaciones que mantuvo con su jefe: Luis Lacalle y la familia de éste.
Antes que nada, debe aclararse que este “lobo” que se ponía la cofia” de abuelita con Luis y su familia, era su mano derecha. El hombre de total confianza, aquél al que se le pueden confiar las cosas más delicadas e íntimas de una familia.
Lógicamente que cuando la fiscal Gabriela Fosatti le sacó la ropa de abuelita, y mostró que debajo estaba el mismísimo “Lobo”, nadie hubiese pensado que el cinismo y la traición de un ser humano llegara hasta extremos tan insólitos y deleznables para con una familia que lo había posicionado con el cariño de una “abuelita”, más que como un funcionario contratado de seguridad, inclusive compartiendo vacaciones con él.
La relación de confianza con Astesianos, naturalmente debe haber generado cientos de mensajes de Whats App, intercambiados con Luis y seguramente miembros de su familia, en tonos absolutamente coloquiales y en tenores del cotidiano. Lo familiar lo humano.
ESCONDIDO DEBAJO DE ABUELITA BUENA
Estos momentos “en familia” eran en los que el funcionario se preocupaba de vestir de “abuelita”, para ganarse la confianza de los Lacalle - Ponce de León. Un escenario ideal de “amor y cariño” para mantenerse cobardemente oculto y pasar desapercibido bajo la supuesta “impunidad” presidencial.
La oposición reclama hoy divulgar los mensajes personales de Luis Lacalle y acá me surge una pregunta: ¿Quiénes hacen estos reclamos entregarían los celulares particulares para ser sometidos sus mensajes privados al escarnio público, las redes y la prensa?
Si Caperucita Roja tuviera celular y accediéramos a sus Whats App. tal vez podríamos escribir “otro cuento”.
